Sillas y mesas se entrometen en mi camino al lugar sagrado en donde todos grandes pensamientos nacen. Tú vienes de vuelta con el alma más ligera y el corazón bombeando al ritmo del rock que suena difuso desde el wurlitzer. Un pié acompaña al otro al ritmo envolvente, mientras aún mantengo la risa pegada como chicle debajo de la mesa. Un “hola” lejano me hace caer en la trampa, la experiencia adquirida a través de los años me ha vuelto reticente al saludo foráneo, más aún proveniente de una escalera curva que lleva a un gran negro desaparecimiento. La curiosidad hormonal me hace contestarte, tu necesidad te hace subir cuatro peldaños, me vuelvo puras curvas, tú te conviertes en una fortaleza atrayente, las sonrisas son tiesas pero verdaderas, todo parecer latir más rápido. Las palabras no cuentan, el tacto se vuelve agudo, los oídos se ensordecen, tus manos atrapan mi cintura, tus labios devoran los míos, mi aliento se ahoga, mi risa se disuelve, tu cuerpo me invade…y te doy mi número y de paso la mitad de mis conflictos para que los conserves en tu directorio telefónico. Mientras empujo al pié izquierdo para que tome vuelo a un lugar más allá de cuatro peldaños que me obliguen a sacarme la sonrisa y el “yo no hago estas cosas”.
Existe un extraño resentimiento oculto en cada ser, por allá entre medio de las tripas y pedazos de carne hay un A.D.N que contiene toda la rabia social que alguien puede tener en contra de los que tienen más que uno. La visión más clarificadora de esta situación fue la noche de ayer, tras haberme quedado con los crespos hechos esperando que Jarvis cantara algo de Pulp, en la fiesta para los que nos quedamos con la cola entre las piernas, sonó “common people” más fuerte y poderosa de lo que la recordaba, de pronto me encontré entre una aglomeración de personas que cantaban a viva voz mirando una pantalla como si el mismo Jarvis nos cantara a todo pulmón “You will never understand how it feels to live your life with no meaning or control and with nowhere left to go..” De pronto todo queda más claro….no se necesita ser punk para protestar por lo que encuentras injusto, no necesitas quemar neumáticos para hacer sentir tu rabia contra todo lo que está mal, a veces sólo basta con pararse en medio de una pista y bailar como si el mundo se acabara, cantándole a una pantalla y recordando a toda esa gente que nunca será como uno. La música siempre se vuelve clarificadora en momentos de desesperanza emocional y también recobra la fe perdida en alguna cuneta de Santiago. Anoche mientras estaba en la galucha del Caupolicán una señora de 40 años junto a su hija cantaban a todo pulmón “Starman” de Bowie coreado por el flacuchento pero estilo Jarvis. Mientras la tía cantaba como si mañana mismo comenzara una nueva vida, me di cuenta que no es necesario seguir dándole vueltas al asunto de la frustración. Es mejor poner play y recordar que con música todo es más llevadero y la utopía de cambiar al mundo se vuelve más cercana y te saca una sonrisa.
Es por eso que los dejaré con el video, es increíble y se extrañó la noche de ayer.
Y sí, andaba desaparecida pero he vuelto (o eso espero).
