Porfavor, no junte peras con frutillas

El rigor es complicado, llena tus pensamientos tratando de alejarlos del fracaso, te grita mientras tus deseos de abandonar todo y retomar lo pasado aparecen a la vuelta de la esquina. Es un constante pitido de barras, es el comandante en tu estado de soldado de guerra. Tienes el reto delante de ti, estás en tu propia misión y has decidido hacerla valer por todos aquellos que nunca creyeron que eras capaz de hacerlo. Te vuelves minuciosa y rosas en la obsesión, cada pequeño detalle construye eso llamado orgullo que pretendes no tener pero aparece por cada poro de tu piel sudada.

Los cuestionamientos son constantes, ¿fallaré nuevamente cómo en muchas otras veces?, pero el rigor te acecha como sombra encubierta, y amablemente - como no pensaste que podría ser- te sostiene la mano antes de que caigas y te hagas una horrible costra.

Por ahora sólo te queda respirar, tomar un sorbo de agua y volver a sumergirte, es allá en el fondo en donde se encuentra aquello que deseas. Parece cercano porque el agua, al inverso de los retrovisores, te hace ver las cosas más cerca de lo que quisieras. Es fácil confundirse, pero tendrás que aprender a respirar antes de perderte debajo de las profundidades. Tendrás que hundir 10 veces la cabeza hasta retomar tu aliento, tragar agua si es necesario, porque el rigor está ahí, mirándote, viendo cada movimiento, esperando verte fallar aunque por dentro sólo quiere que por esta vez consigas lo que anhelas. Mientras tanto, sólo te queda abrir los ojos debajo del agua, cuidando que el cloro no logre perjudicarte lo suficiente y puedas ver lo que no puedes tener tan sólo por unos segundos.

Etiquetas: piscina, rigor

Dirigido por la que escribe, gracias al apoyo de Chapu y su productora BZK Group + el de mis amiguis personales colaboradoras:Monita, Chan y Chofa.

En este pasquín encotrarán columnas de Actualidad, Farándula, Música, TV, Audiovisual, lado B y su reportaje.

Los invito a que lo visiten, es un gran paso para esta bloggera. Así que nada pues, los dejo cordialmente invitados. Leanla y luego, espero sus comentarios en este cuchitril.

Saludos a todos.

Etiquetas: revista blog

Las señales me perturban, al parecer tengo demasiada imaginación. Muchas películas en el cuerpo, mucha música y muchos recuerdos que me hacen ver lo que quisiera, pero al parecer no es.

Existe un estado que perturba la claridad de pensamiento, puede ser una droga o una hormona que nos ciega y oculta la realidad de su estado más burdo y puro. Solemos confundir los mensajes por problemas entre un interlocutor y otro debido a la falta de una base en la que compartamos los mismos códigos. Es como decirle a un ciego que lindo está el día si no ve ni weba. Es como decirme que te gustan las mujeres de pelo castaño y creer que soy yo.

Es irremediable la enredadera que crece en mi mente, parece que tiene regado automático ya que sólo necesita unas cuantas gotas y crece peor que la mala hierba. Confundo todo y dentro de mi yo interno chori todo es technicolor, con rico aroma y super contraste. Pero caigo en cuenta que la cosa no va por el camino free flow que tracé sino por el de ripio con hoyos que decidiste seguir.

Mientras, sigo ahí en mi castillo de arena mirando como la marejada parece subir pero huye vulgarmente cuando la luna se oculta. Y me sonrojo tontamente por íconos insípidos y por palabras lanzadas a mi aire pero que no tienes el interés de mirar como las absorbo. Y gustosa desearía que mi disco duro borrara tanta tontera pero al parecer está protegido contra escritura objetiva. No quiere entender que lo inaccesible no se revertirá porque aquí es NTSC y allá es PAL.

Luego de varias interpretaciones mundanas con mi mala hierba llegué a la conclusión de que quizás realmente todo es culpa de que sea zurda. En kinder era la única con el escudo nacional con los colores inversos, era la que tomaba la tijera y cortaba en zic zac; hacía todo de manera contraria y torpe. Quizás debiera amarrarme una mano y pegarme con una regla para enderezar mis pensamientos, de la manera brutal que todos entendemos por las buenas o por las malas.

Sujeta a unas de las murallas de plástico en donde se encuentra la división de un carro y otro, me acomodo y saco el respectivo libro semanal, para ser más exacta Leviatán de Paul Auster. Retomo las últimas líneas dejadas en la micro de ida y acomodo mi espalda de manera tal de crear un arco simulando un cómodo sillón mientras estoy de pie.

Al lograr la concentración necesaria, el tubo fluorescente que yace sobre mi cabeza comienza a parpadear de manera odiosa. Levanto la vista deseando tener el poder de la mirada asesina y poder frenar el flickeo lumínico pero es imposible. Dos segundos más tarde, la luz desaparece del todo en el rincón entre carros. En ese momento un insulto susurrante sale de mis labios y fijamente miro al fluorescente deseándole el mal del universo. Justo allí mi verborrea se topa con la de un tipo que estaba frente a mí, la falta de luz había interrumpido el estudio de unas hojas blancas con muchas palabras subrayadas en rojo que al parecer necesitaba mucho esfuerzo para memorizarlas. Agitaba sus manos para retener la información, mientras un tono melodramático salía de sus pequeños audífonos negros. Me sonríe al ver que nos encontramos en la misma situación de queja y nos miramos con complicidad durante unos segundos tontorrones.

Una estación más allá y mi lectura continúa en penumbras. El tipo sigue moviendo sus brazos y mira mi libro de reojo, mientras yo algo encorvada trato de descifrar las palabras en rojo de sus hojas. Las puertas se abren , pasan cinco minutos y no se cierran; hay un hombre no autorizado en la vía y debe llegar hasta la otra estación para que nuestro viaje prosiga. El tipo me mira y pronuncia un PLOP, mientras yo un PFF. Onomatopeyicamente nos reímos al unísono. Verborreicamente nos miramos lo que dura el sonido de precaución/cierre de puertas.

Llegamos a la otra estación. El tipo levanta su mochila roja y parte a la puerta más cercana. Lo miro y pienso que valió la pena la desconcentración entre la página 49 a la 53. El tipo se baja y espera oculto de mi vista hasta que las puertas vuelven a chillar. Pasa por la otra puerta y se da vuelta levantando su brazo en una clara señal dirigida hacia mi persona. Sonrío estúpidamente y finjo concentrarme en la página 53. No entiendo absolutamente nada así que prefiero seguir sonriendo.