Si todas las historias pudieran estar atadas a una canción, la nuestra sería mil caminos. O por lo menos así siempre lo he sentido.
Atrás quedaron los tiempos en que el tomarnos las manos podríamos llenar todos esos vacíos que no congeniaban. Ahora tenemos que pedirnos cita, hablar con la secretaria, concretar la idea tres semanas después de cuando se nos ocurrió vernos. A veces necesitas una canción para acordarte de las cosas porque eres olvidadiza, crees que todo era un juego de niños y que ahora hay que comportare como adultos; como esos de traje de sastre y tacón aguja que tanto de gustan.
El compromiso se nos complicó. Nos hizo enredarnos en nosotros mismos y finalmente nos dejamos de mirar como lo hacíamos antes. Como cuando bailábamos y nos mirábamos fijamente como si el tiempo se detuviera antes de que Blondie entonara una nota muy alta. Antes de que alguien se cruzara y rompiera la magia, antes de que decidiera ser grande y usar lentes para supuestamente ver mejor lo que antes no veía.
Por mientras hago como que ya no te necesito tanto, claro, hasta que siento que todo se siente en reversa y me encuentro como antes, sintiendo envidia del no estar, siendo que yo misma he decidido no hacerlo. Absolutamente cinco años, incluso menos. Y me da pena no estar sabiendo que si quiero, pero cuando me acuerdo porque que a veces no quiero, me confundo,porque ya no se que mierda quiero.
Por mientras de pura sadomasoquista bajo uno de esos versiones en vivo de tantas canciones y me acuerdo de que ahí estuvimos, ahogada, transpirada, apretada pero contenta. Y la magia de la puta madre. Quién tan cursi habrá inventado ese nombre para tan peculiar sentimiento. Debió haber escuchado a Claudio cantar esas onomatopeyas que te aprietan el corazón cuando canta la parte que no sale en la versión original de “ten paz” o esos guitarreados en “mil caminos” que me hacen pensar que diablos hago aquí y mejor por qué no me voy para allá.
Aunque sabes que las cosas igual de repente vuelven, me cuestiono para que me duela saber que de repente puede que no estés más. No en el sentido de la muerte aunque a veces te da la lesera, pero no, no en ese sentido. Es que yo te quiero tanto que finalmente me termina doliendo acá, ese dolor corporio interno que es como en el pecho y la güatita. Y quisiera oler las frutillas que no están juntas con las peras, sino que son sólo una y huelen rico.
Por eso mismo, toda la historia vuelve a la parte de un puzzle inconcluso que unos gigantes se disputaban, esas partes tan distintas como símiles que completaban un todo en un lugar de sombras; finalmente todos los caminos me devuelven al mismo lugar, no importando el camino que haya que tomar para darse cuenta.
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¿Y porque no?
Nunca lo había pensado antes; antes de esto, antes de que todo fuera extraño y nos volvieramos grandes. Antes de que las peras y las frutillas no tuvieran tiempo de hacerse macedonia y juntar sus sabores en el juguito.
Si, es como andar con un hoyito constante, como me dijiste el otro día. Por esto también tengo un hoyito. Ando entera agujereada y se me escapan las cosas, las ideas, el tiempo, los recuerdos.
Si pudiera volver el tiempo también elegiría el mismo camino, las mismas caras que te hacen un guiño.El mismo viaje a Valpo, la canción sonando en la mañana. El salto hacia lo desconocido pero de la mano sin mirarse pero ahí, pegado.
Antes de que se me olvide un poco lo que tengo que saber decir, antes de que las citas se dilullan como los tlefonos que se me guardan en el bolso, por eso no me gusta conocer gente, porque no necesito a tanta para que el hoyito se cierre. Un poquito más cerca, un sonido en el teléfono, un telegrama y una señal de humo.
Siempre decidir y seguir después de cerrarse el ojo. (you know).
Con la mirada perdida en la pantalla, y una banda sonora potente tras mis oídos.
"Beio, beio"