Pueblo Chico…
Llegó a “Lo Moscoso” y es como si el tiempo se detuviera, la hora no avanza, el sol se queda todo el día donde mismo. La gente está estática, va y desaparece, las conversaciones son las mismas diariamente. Pueblo seudo muerto que respira azufre a diario por tanto packing, recorte de uvas y temporeras. Y mientras la sombra del sol está puesta en el mismo álamo, llega el Gabriel, al parecer medio cufifo, se tomo unas pilseners en la mañana, según el para amainar el calor que produce el trabajo de la tierra.
El Gabriel se sienta en la mesa como Pedro en su casa, mira a los ojos cada vez que habla, aunque muchas de las cosas que dice produzcan más risa que seriedad en la conversación: desde que dos tipos lo esperaban afuera del bar clandestino campestre para azotarle unos palos en la cabeza y que él, por supuesto, nada de guéon se espero quitecito y se tomo unas cuantas cañas de más; logrando que los famosos malhechores se fueran; hasta la yegua de su propiedad que corría todos los fines de semana y ganaba todas las apuestas y que terminó sin entrañas, con la cabeza separada de su cuerpo por gente que de pica se llevo su carne y tuvo el asado de su vida. Y el Gabriel te conversa y se rehúsa a comer el plato de comida que lo espera para que no ande pelando que nadie lo atiende. Y sigue conversando, mientras como y me atoro con el pan amasado de pura risa que me da. Y el Gabriel es amigo de todos, incluso de la Señora Rosita, la que atiende el clandestino, tanto es así que le da copete gratis. El Gabriel le dice “Una de pisco Rosita” y la Rosita se la trae, después ajustan cuentas -a fin de mes- la cosa es que toma gratis, ojala en Santiago tuviéramos esa clase de confianza entre copetero/copeteado.
Y el Gabriel me mira y no entiende por qué diantres me río media atorada, así que me sigue la corriente y continúa contándome historias sobre riñas entre seudo-amigos/compadres y licores que van y vienen en el día. Mientras su can amigo fiel lo espera a todo sol, haciendo el intento de entrar por el orificio de la “colihuacha”, hasta que aparece el “Tormento”, se muestran los dientes, se tiran un poco de tierra en la cara y cada uno defiende lo suyo. El amigo fiel entra finalmente a la casa, mientras todos intentamos corretearlo, el Gabriel se las da de patrón de fundo y se jacta que su can es tan choro que si él se va, el perro sale con él. Y realmente funciona. El Gabriel se despide y sale el amigo fiel detrás de él. – Mañana vuelvo Adrianita- La Adriana da un suspiro y sigue en lo suyo; reposando en la silla, mientras las horas pasan y es tiempo de partir a la ciudad; -ya era hora- pienso. Agarro mi cartera y pongo en marcha a chiquitito, pensando donde encontraré una Rosita que me auspicie.
wow
es un muy buen relato. Muy bien escrito.
Ese gabriel me parece conocido.
Saludos
qué ocurre con las grietas en tu alma?
Wa, yo también quiero una Rosita que me auspicie jaja.
Buen relato, fieles personajes de pueblo.
Saludos!
Claudia.-
Que alguien me explique lo de las grietas...no entender.
Lo Moscoso?... increíble, es un pueblecillo perdido por la cuesta lo Orozco?...
Me gustó tu relato, me hizo sentir ahí.
Suerte
y volví a leer nuevos textos, pero está el mismo.
:S
volveré
Me gustó el olor a tierra del texto... y Rosita, of course. Grande Rosita. Véngase pa Stgo.