
Cierras la puerta, te acomodas en el trono y finalmente logras ese encuentro íntimo, ese contacto con tu yo interno. La bulla de la gente sigue pero tú estás ahí, disfrutando de aquel instante de soledad. Todo va en relativo orden hasta que llega el momento post tiraje de cadena. Ese momento en que el agua corre y no se detiene ¿qué diantres? uno piensa, pero sigue cual salto del agua indomable y no hay caso; por más que lo mires la cosa no para y comienza hacer ese sonido que sabes que llamará la atención de los dueños de casa y alguien – siempre haciéndoselo saber a todos – te grita “¡TIRALA DENUEVO!”. Y uno con la mejor cara de “¿Say what?” y empieza ese ajetreo desagradable de entender el proceso químico/mecánico/chori que tienen los baños. Y es que es todo un tema, el tirarla nuevamente conlleva a saber que presión precisa debes darle a la famosa manilla para que la tapita negra se acomode y tape el paso del agua. ¿Mucha información para usted señor lector?, bueno, imagínese mi cara de curiosa cuando miro el baño y digo “chitas como paro esta cosa, creerán que soy una gastadora compulsiva de agua”.
Hola. Sentarse en el trono cuando está afligido es una bendición !!
Yo tengo mil historias al respecto, algunas no se pueden siquiera plasmar en un blog !!!
Saludos,
pd: acá era lo del chileno choro no ?