Porfavor, no junte peras con frutillas

déjelo fluir


La risa de los niños

Y los niños se toman los colegios, ponen sillas amontonadas a la entrada y al parecer no tienen muchas ganas de estudiar, en vez de eso caminan alrededor de la cuadra y andan de los brazos; las niñas se toman cual abuelitas y se ríen fuerte de la profesora, de una compañera, de la tele, de ellas mismas. Caminan como protestando, ocupan toda la vereda formando una cadena irrompible; juntas son poderosas y desinhibidas, le gritan a los niños de más adelante, una de ellas dice “Elisa, ¿te gustó el de gorro?” y el chico de gorro es molestado por sus otros amigos y así el romance comienza; los chicos caminan más lento, las niñas un poco más rápido y ahí están, conociéndose entre la verdulería y el taller mecánico; el chico de gorro se acerca a la Elisa y se preguntan los cursos, los colegios, las tomas, las troncales, la música y la plaza de la próxima cita.

Y las niñas siguen caminando, pero estas son otras, caminan del brazo y parecen como enamoradas. Hablan un lenguaje que parece un desorden que sólo es entendido por el que lo genera, un lenguaje que va más allá de las palabras, ese que incluye miradas fijas, silencios delatores y risas sin un motivo aparente. Los bolsos con fotos de las T.a.T.u, los cortes de pelo desiguales son como la enciclopedia anónima para todos aquellos que miramos sin comprender.

Y dos niños más pequeños que los anteriores van en el metro. Hablan de cuando eran más chicos y se colgaban como monos en las manijas; hablan de cómo fulano le pego a uno y al otro día fulano dos le respondió el golpe. El fulano era chino y de un puro combo en el ojo, según él, de chino lo convirtió en chileno. El niño cuenta que el chino-chileno lo acusó y la profesora lo retó. En eso se baja del metro y su amiguilla queda allí, de pronto el niño vuelva a subir nuevamente y se baja con su amiga, le dice que no quiere volver a casa y que prefiere ir a jugar play a la de ella. A la amiguilla no parece quedarle mayor opción y sólo mira como la salida de la estación se aleja, mientras, el niño de la manera más tiernucha que he escuchado en días dice “¡Nooo, la puertita!”. Y ahí los pierdo y allá van. Y ahí me quedo deseando tener esos días con amiguillos así, que se dejen caer sólo para rascarse la güata conmigo, que tomen once en mi casa y se coman casi toda la palta.


“Si tomo helados, siempre vivo en verano,

Mi arma nueva es efectiva, dame tus manos,

Olvida el pasado y vive el presente…” El otro Yo – Hoy Aprendí.



1 Responses to “La risa de los niños”

  1. # Blogger Revista Burdel Abierto

    Uff debos er sincero creo, me dejaste con uan sensación de nostalgia, que bien relataste todo, te felicito.


    un saludo y volveré algun día  

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