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Un tipo llamado Efraín, perno, medio sonso, pero él al fin y al cabo. Lamentablemente ser solo él no le traía muchas satisfacciones; en la pega lo trataban pésimo, su madre lo sobreprotegía y estaba más solo que un dedo. Un día vio un infomercial, y, cáspitas!, la vida le empezó a sonreír. Chileno Choro se llamaba la cosa, es ahi donde finalmente alguien le enseñaría a ser como todo el mundo quieres que seas, un tipo choro, macanudo, cara'e' raja, barsa y vivo. Efraín no sabía que allí se encontraría con la mujer que le saca los suspiros que creyó perdidos en algún bizarro lugar. Se llama Ana y es su sinónimo femenino. Juntos aprenden esto que parece ser tan necesario, el carácter, ese que les ha hecho falta tantos años. Ana quiere ser cantante pero no se atreve, Efraín quiere que lo respeten, ¿lo conseguirán realmente?.
Chileno Choro, el proyecto que está a punto de ser parido literalmente por 6 personas más aparte de la que escribe. Proyecto que saca alegrías, risas estrépitosas, rabias, lágrimones ordinarios y muchas horas de trabajo por estos días. Es la comedia chori, loca, con un arte que te la encargo cabrito. Me estoy deslomando para que cuando sea vieja y ponga la peli diga "igual le puse empeño a la cochiná". Es mi peli, es el final de todo y la quiero realmente como a un hijo. Espero que salga bonito y no un mono peludo con cara de cono. Bueno, si es así, lo querré igual. El lunes tenemos reservado el pabellón, deseenme éxito.
Etiquetas: chileno choro
El Eso, lo que Quiero y los Peros.
5 Comments Published by Isabel on domingo, octubre 21, 2007 at 2:08 p. m..
Existe un patrón al que llamo “lo que quiero”, llevo cultivándolo durante años, gracias a diversas experiencias, grandes costalazos y unos pocos éxitos. “Lo que quiero” tiene un cúmulo de deseos a nivel de crecimiento de persona, de esos que se convierten a ratos en ideales utópicos y las personas comienzan a mirarte con cara de “eres demasiado exigente”. Últimamente me cuestiono que tan exigente puedo ser, cuánto puedo ceder y dejar a una cierta cosa llamada suerte –el lanzarse- al momento de tomar decisiones trascendentales en mi vida. Soy del tipo “observo y luego actúo”, no soy muy lanzada pese a que cada día me doy cuenta que debiese serlo, si tanto me creo algo o si quiero llegar a ser ESO que tanta vueltas me da cada vez que veo a gente que lo tiene. ESO tiene nombre, se llama escribir, y tal como dice Paul Auster en su libro autobiográfico, uno no elige esta mierda de andar inventando historias e impregnarlas con lo que sea en un papel, te elige y te caga por el resto de tus días. Amo audiovisual más de lo que quisiera, cada día me doy cuenta que me tira la sangre grabar algo y transformarlo en otra cosa, pero lo que me quema las entrañas es esto. Tanto así que si no leo libros, me siento como si no me hubiese confesado, si no tiro alguna línea loca en alguna parte, me siento mentirosa, embustera y mala mujer. ¿Y qué tiene que ver eso con los límites de querer algo?, bueno, ni idea, llevo días pensando que es demasiado difícil en mi mundillo interior hacer calzar mis límites y mi seguridad de tener todo tan claro con lo que elijo o lo que se me presenta. Nunca encajan las piezas, siempre algo falta, siempre está ese pero que me termina cegando y que no me deja avanzar, porque no combina, porque no era lo que esperaba, porque no y sin justificación. Porque finalmente la pasión por lo que creo me desborda la lógica personal, creo en la hecatombe de las situaciones y de las emociones para que sean verdaderas, me gusta el sufrimiento, es el que me ayuda, el que me motiva y el que puede hacer que me desvele deseando algo firmemente.
¿ah?
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